14.3.08

Minipresentación, edición #46

La poesía es el género literario más hermoso, perfecto y a la vez cercano al ser humano. Arte elemental nacido del lenguaje que nos define, ritmo y metáfora, palabras que se mezclan en belleza: la poesía es sublime, la forma de expresión humana más elevada. Va más allá del texto, va más allá del arte, la poesía trasciende.

El 21 de marzo es el Día Mundial de la Poesía. La UNESCO, institución que lo estableció como tal en 1999, nos pide que ese día la llevemos a las calles, la entreguemos de la mano, de la boca, a todo aquel dispuesto a escucharla, a degustarla. Pero este año ese día es viernes santo y las calles de Panamá se vacían. No hay multitudes a las que ofrecer la palabra preciosa. Así que el día decidimos celebrarlo el 12 de marzo, a la mitad de la semana.

Y muchos salimos a las calles, a las escuelas, a las prisiones, a los hospitales, a los sitios de construcción, a las oficinas, a los puertos, a los parques y leímos poesía a los transeúntes, a los obreros, a los presos, a los enfermos y sus médicos, a los locos, a los empleados del gobierno y la empresa privada, al microempresario que pedalea su negocio por la ciudad, a los estudiantes de todas las edades, a los que esperan un bus o un avión, a los viejos, a los niños, a todo el que quisiera escuchar. Y la experiencia para todos fue increíble.

La poesía, ese género menospreciado por los libreros que no saben cómo venderlo, le llegaba a la gente que emocionada pedía más, exigía que se le entregara, que se le leyera su poema y después, otro poema. Igual lo hacía el pintor en el andamio, el estudiante decepcionado en el amor, el transeúnte que hacía una pausa en su camino apurado, el extranjero en busca de un mejor presente, el detenido en prisión, el ingeniero o los obreros que detenían sus labores, el enfermo que levantaba la cabeza en su dolor y sonreía complacido, el compañero de trabajo que la recibía en el chat o en el email, el niño pequeño que descubría uno de esos fenómenos únicos de este universo maravilloso en el que vivimos. Por un momento, la poesía fue paz para muchos, esperanza, belleza, emoción.

Con estas ideas, cargado de esa adrenalina emotiva de un día dedicado a la poesía, les presento hoy la edición #46 de miniTEXTOS.org, su página semanal dedicada a la literatura breve contemporánea. Hoy, les presento por primera vez a José Barnoya, con un cuento muy breve, pero muy cargado de significados. Y con ese, cuentos de Miguel Ángel Chinchilla, Marvin Valladares Drago, Benjamín Ramón y de un poema de Katia Chiari, autores que ya he tenido el honor de presentarles anteriormente en estas páginas que espero que disfruten mucho hoy.

JLRP, editor
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HAS SIDO FELIPE - Katia Chiari

Has sido Felipe,
Mateo,
Camila...

De cabellos ensortijados
entre otras herencias de tu padre
porque la casa
la vereda que dobla en la montaña
y la falta de escases
a mi no me pertenecen.
Me pertenecen tus zapatos
intactos de tanto gastar los míos.

De equipajes llevas un sol
que escapa entre sonrisas
para llenar tus memorias
de hombres que no han sido
y una caja de música
que ocupa el lugar del corazón
de tu corazón
que es mío
porque tengo callos
de tanto darte cuerda.


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© 2008, Katia Chiari
Tomado de "Aguaspiedras" (INAC, Panamá, 2003)
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CRISTO - José Barnoya

Al empezar la ascensión sintió sobre su hombro el peso de una cruz. Al llegar a la cima del calvario llevaba una ametralladora.


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© 2008, José Barnoya
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LA MUERTE DE SANTA CLAUS - Miguel Ángel Chinchilla

Tremenda trifulca se armó en las graderías populares del estadio: las barras contrarias cada una vociferando sus consignas se enfrentaron rabiosas mentándose la madre y queriendo sacarse la fresa con lo que cada quien tenía a la mano.

Era el primitivismo supino que la bestialidad disfrutaba más que el propio partido que acababa de terminar.

La policía intervino rociando gas pimienta y repartiendo garrotazos con sus macanas a diestra y siniestra, pero aquella canalla como un monstruo desatado más se enardecía con la intervención de los cuilios protegidos con sus cascos y escudos antimotines.

De pronto se escuchó la detonación de un disparo y el cuerpo enorme y flácido del gordo Santaclaus se vino rodando graderías abajo, ante la mirada atónita de aquellos energúmenos que tal parecía estaban esperando un desenlace con semejante colofón.

En el instante entonces aparecieron los camilleros socorristas mientras los policías desenfundaban sus armas de fuego al escuchar las voces de la turba acusándolos de haber disparado contra Santaclaus. Un par de balazos al aire fueron suficientes para dispersar a la gente que a pesar de la euforia huyo despavorida.

Santaclaus pesaba alrededor de doscientas cincuenta libras y era uno de los animadores más bullangueros de su barra. Bebía cerveza como un Pantagruel y todo el partido se lo pasaba engullendo hot dogs, tortilla con carne de chucho y cualquier comida chatarra de la que venden en los estadios.

Tenía un pick up con el que hacía viajes en el mercado central adornado con calcomanías del Barza y fotos de Ronaldinho, y le decían Santaclaus desde que en alguna navidad, una tienda de juguetes lo había contratado para disfrazarlo como el famoso personaje nórdico, mientras sonaba un cencerro y sin ganas se carcajeaba jo,jo,jo.

Sin embargo el papel de Santaclaus no le duró mucho, ya que un 23 de diciembre lo pescaron haciendo deshonestidades a una niñita de siete años, que sentada en las piernas del gordo le repetía entusiasmada su lista de juguetes, mientras el obeso asqueroso le tocaba su cosita a la muchachita.
En dicha ocasión estuvo procesado judicialmente pero como no existían pruebas suficientes para condenarlo, el juez de la causa lo sobreseyó.

Mas lo que nadie sabía, sólo yo y ahora ustedes, es que un tío por el lado materno de aquella niña que actualmente es una preciosa adolescente, ingresó hace años a la academia de seguridad pública graduándose como policía, y esa tarde de la trifulca en el estadio andaba de servicio como agente de la unidad de mantenimiento del orden público, lo cual no quiere decir que haya sido él quien disparara contra Santaclaus, ya que de todos modos el resultado de la autopsia decía que la bala que ultimó al gordo no correspondía con el equipo que usan los policías, aunque también es de tomar en cuenta que el médico forense que practicó la necropsia es primo de la cuñada del dicho agente, es decir que a saber entonces quién disparó contra Santaclaus, la cosa fue que lo mataron en el estadio y parte sin novedá.


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© 2008, Miguel Ángel Chinchilla
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DEL COLESTEROL, TRIGLICÉRIDOS Y OTRAS HIEBAS - Marvin Valladares Drago

Asamblea General —Día D—.

Reunidos en pleno: bovinos, cerdos, mamíferos en general y otros animales apetecidos por el ser humano, y después de tres rondas de acalorados debates, decidieron firmar el "acta de la venganza a largo plazo". En el fallo los "irracionales" se comprometían a detener el alzamiento en armas. (Esta revolución había sido promovida días atrás por un grupo subversivo de venados y cabras montañesas, los cérvidos tenían organizado un escuadrón guerrillero en lo profundo de una montaña; sublevación justificada por los millones de crímenes cometidos a diario contra los animales del planeta.)

—¡Nuestras armas queridos compañeros! —exclamó un toro, azotando la cola contra sus muslos regordetes—, son más letales e inteligentes que las de ellos. Nuestro arsenal, si bien funciona a largo plazo, es preciso y letal; su eficacia está asegurada por siempre y para siempre. ¡El legado de nuestros genes nos conducirá a la victoria final!

—¡Hurra! —gritaron todos los animales excitados por el discurso febril de su líder.
—Mañana —prosiguió el novillo, restregando su negra pezuña contra un peñasco—, renaceremos en la sangre del tirano. Les prometo que llegaremos a sus arterias, incluso a su propio corazón ávido de nuestra carne y sacrificio. Así es que no teman camaradas, no desmayen ante el genocidio de nuestra raza, la venganza es dulce compañeros. ¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!

¡ASÍ SEA! —gritaron todos al unísono, provocando una estampida sin precedentes en la historia.

La tierra tembló por muchos días.


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© 2008, Marvin Valladares Drago
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LUNA QUESO - Benjamín Ramón

Jaime sabía que la luna no era de queso. Tenía 39 años y un hijo de apenas 4 que cuidaba la abuela, su mamá, allá en pedregal donde él vivió un tiempo, antes de que Aminta lo dejara y se fuera al Darién (fíjate que irse para el Darién) llevándose al niño, que enfermó y casi se muere si no es porque Jaime dijo: Está bien, yo me quedo con él, el día que ella vino (está encinta) donde el médico (traía el mismo trajecito amarillo que yo una vez le compré).

Lustraba zapatos allí en la esquina de la Pantera Rosa, todo el día (hasta losomingos, ¡fíjate!). A veces hasta tarde si era viernes por ejemplo, como ayer. Los sábados, no; los sábados estaba la mañana en casa de su mamá con el niño pero al mediodía se venía y toda la tarde y la noche caminaba Calidonia, por la central, una y otra vez, alucinado, metiéndose en las cafeterías, parándose en las esquinas del banco o la Caja de Ahorros, mirándolas a todas y diciéndoles señorita, brillándole los ojos como cuando llegaba de noche y llegaba él a su casa antes de que Aminta lo abandonara (¡fíjate que irse para el Darién!), y después de cenar se acostaban.

Pero entonces fue cuando la mujer lo dejó, llevándose al niño sin decirle me voy, sin saber ella hasta que una comadre hermana del negro con quien se fue le dijo: Ay compa, fíjese que la comadre me dijo que se lo dijera.

Jaime andubo muchos días cabizbajo, quejándose, la sopa siempre tenía un pero, y no hablaba de otra cosa: sí que es bruta esa mujer, irse para el Darién. Y se e mojaban los ojos.

Ahora que tenía a Mito con él y que, si vieras cómo se ha compuesto, si está gordo, su abuela lo cuida mientras él trabajaba, casi casi la había olvidado. Vivo, se llevó la cucharada de sopa caliente a la boca, para que a él no le falte nada, dijo. Aunque a veces los sábados cuando cruzaba Calle J o se sentaba en el parquecito mirándolas a todas, de pronto la recordaba como era y tragaba seco, brillándole los ojos.


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© 2008, Benjamín Ramón
Tomado de "Contrareloj" (INAC, Panamá, 1992)
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