El tiempo, que creemos que transcurre como una secuencia continua de eventos, que percibimos como un río de historia que fluye continuamente a la velocidad que marcan los relojes, en realidad está dividido en pequeños fragmentos, en intervalos discretos, en instantes cuánticos. No lo percibimos así, nuestros sentidos nos vacilan y nos hacen pensar en él como flujo, como agua en un canal. Pero igual nos sucede con las conversaciones que sostenemos hoy por teléfono, que creemos continuas pero son transmitidas en paquetes discretos que viajan, incluso por diversas rutas, para armarse nuevamente en el umbral de nuestra mente.
Pero más allá de la física y sus estudios sobre el espacio-tiempo, la mecánica cuántica o la teoría de la información o la filosofía con la que ya Platón estudiaba el universo desde la antigüedad, la vida es para nosotros un gran cúmulo de experiencias discretas, de momentos que sólo existen acumulados en la memoria sin un orden aparente, sin una secuencia precisa, y que armamos al gusto cuando recordamos. Vivimos, sin darnos cuenta, atravesando umbrales sobre los que nunca volveremos. Algunas veces lo notamos, como cuando nos graduamos del colegio, nos casamos o se nos muere un ser querido. Pero casi todas las veces el punto sin retorno lo cruzamos sin anuncio, sin conciencia. Secuencia discreta de eventos, el próximo movimiento que haga, o la falta de uno, puede cambiar para siempre mi vida y nunca lo sabré.
Por suerte nos queda la imaginación y el recuerdo.
Recuerdo con el que me acerque a escribir esta página de viernes santo y me desvié meditando sobre el tiempo. Recuerdo de cuando era pequeño, y las procesiones de estos días de Semana Santa me impresionaban. La banda del pueblo, con sus tonos menores, esos sonidos predominantemente oscuros, acompañando figuras religiosas paseadas en su dolor extremo: Cristo siendo azotado con saña primero y luego en la cruz sufriendo inefablemente, una María llena de todo el dolor que puede sentir una madre y la que más me impactaba, una caja de cristal, tumba abierta a los ojos de todos, con el cadáver lívido de Cristo aún ensangrentado. Vía crucis de figuras y una orquesta tenebrosa un día, mujeres y hombres en silencio en otros, un viernes santo mudo, libre de radios, televisores y vehículos en movimiento, y en casa un bacalao delicioso preparado al mejor estilo criollo, jugo de marañón casi siempre para esta época y la alegría de tener junta a toda la familia, a todos mis mayores. Pero el tiempo pasa irremediablemente y el mundo nunca más es igual.
En fin, hoy tengo el honor de presentarles a tres autores nuevos, a Yolani Martínez, Francisco Restom y Martín Testa Garibaldo, poeta panameño que tendremos el honor de tener la otra semana en un coloquio que los de la Asociación de Escritores organizamos en la ciudad de Panamá. Por otro lado, por segunda vez les traigo a Ligia María Orellana, con un cuento excelente y, esperando no abusar de su confianza, un pequeño diálogo que escribí hace poco más de un año para la última de las revistas Maga. Espero que disfruten esta edición.
JLRP, editor
www.minitextos.org
21.3.08
NUEVAS CIRCUNSTANCIAS - José Luis Rodríguez Pittí
—Esa última vez pudiste ser mía
—Me atemoricé.
—Aún serías mía.
—No quería perder el control. ¿Recuerdas que te lo dije?
—Nunca debí llevarte a clases.
—Al día siguiente... Sólo tenías que esperar un día más.
—Sabes que no pude.
—Me hiciste perder el control. Y ese día tenía un examen. Y era el patio de la universidad. Te propasaste...
—Tú lo deseabas.
—Entiéndeme. Eran muchas circunstancias en contra de ese momento. No debiste llevarme. Sólo tenías que esperar un día más.
—Pero igual, no quisiste nada al día siguiente. Ni siquiera me besaste. Me pareció absurda tu actitud.
—Me ponías nerviosa. Ya lo sabes. No quería que tuvieras ese poder sobre mí.
—Pero el jueves igual lo hice, y sólo faltó un poquito para adelantar el viernes.
—Y ahora las circunstancias serían distintas.
—Nunca comprendí por qué actuaste ese viernes así. No me gustó sentirme rechazado.
—No lo hice por herirte. Entiende. Fui cobarde. Tuve miedo de enfrentarlo. El miedo de empezar una vida de cero fue atroz, pudo más que yo.
—Pero, al no aceptarme, empezaste igual una nueva vida.
—Siempre es posible volver a empezar.
—Cierto a veces. Pero otras muy tarde.
—¿Y en ésta? Quisiera empezar contigo. El control no me preocupa. He aprendido la lección.
—¡Pero es que no comprendes! ¿No te das cuenta de las circunstancias en las que estamos?
—Sólo son eso: circunstancias.
—Pero, él te mató. Entiéndelo. Estás muerta. Has muerto.
—Y, ¿qué diferencia hace?
---
© 2008, José Luis Rodríguez Pittí
Tomado de la Revista MAGA #60-61, Panamá, 2007
Puedes saber más del autor [[AQUÍ]]
www.miniTEXTOS.org
—Me atemoricé.
—Aún serías mía.
—No quería perder el control. ¿Recuerdas que te lo dije?
—Nunca debí llevarte a clases.
—Al día siguiente... Sólo tenías que esperar un día más.
—Sabes que no pude.
—Me hiciste perder el control. Y ese día tenía un examen. Y era el patio de la universidad. Te propasaste...
—Tú lo deseabas.
—Entiéndeme. Eran muchas circunstancias en contra de ese momento. No debiste llevarme. Sólo tenías que esperar un día más.
—Pero igual, no quisiste nada al día siguiente. Ni siquiera me besaste. Me pareció absurda tu actitud.
—Me ponías nerviosa. Ya lo sabes. No quería que tuvieras ese poder sobre mí.
—Pero el jueves igual lo hice, y sólo faltó un poquito para adelantar el viernes.
—Y ahora las circunstancias serían distintas.
—Nunca comprendí por qué actuaste ese viernes así. No me gustó sentirme rechazado.
—No lo hice por herirte. Entiende. Fui cobarde. Tuve miedo de enfrentarlo. El miedo de empezar una vida de cero fue atroz, pudo más que yo.
—Pero, al no aceptarme, empezaste igual una nueva vida.
—Siempre es posible volver a empezar.
—Cierto a veces. Pero otras muy tarde.
—¿Y en ésta? Quisiera empezar contigo. El control no me preocupa. He aprendido la lección.
—¡Pero es que no comprendes! ¿No te das cuenta de las circunstancias en las que estamos?
—Sólo son eso: circunstancias.
—Pero, él te mató. Entiéndelo. Estás muerta. Has muerto.
—Y, ¿qué diferencia hace?
---
© 2008, José Luis Rodríguez Pittí
Tomado de la Revista MAGA #60-61, Panamá, 2007
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ESTACIÓN SECA, MARZO - Martín Testa Garibaldo
Desde Calobre Arriba
___________arriba
desde estos amaneceres
donde los montes
se vuelven humo
para la tarde
dejarse tocar
sus tonos pardos
por decepción
he llorado
—Mariola—
en la aurora
de todos los amaneceres
hay estaciones
puertos
aeródromos
autoparadas
donde el devenir te emplea
______depende de nosotros
si abordamos el oficio.
---
© 2008, Martín Testa Garibaldo
Tomado de "Estaciones ocupadas" (INAC, Panamá, 1998)
Puedes saber más del autor [[AQUÍ]]
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___________arriba
desde estos amaneceres
donde los montes
se vuelven humo
para la tarde
dejarse tocar
sus tonos pardos
por decepción
he llorado
—Mariola—
en la aurora
de todos los amaneceres
hay estaciones
puertos
aeródromos
autoparadas
donde el devenir te emplea
______depende de nosotros
si abordamos el oficio.
---
© 2008, Martín Testa Garibaldo
Tomado de "Estaciones ocupadas" (INAC, Panamá, 1998)
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ALICIA PELIROJA - Ligia María Orellana
Todos nos sentamos a la mesa, menos Alicia Pelirroja, porque ella nos servía el té.
"Juguemos ahorcado", yo sugerí. "¡Juguemos!", la gente alrededor de la mesa aceptó, mientras Alicia Pelirroja nos servía el té.
"Yo no voy a jugar ", la Persona Famosa dijo. "Prefiero permanecer en la sombra", y Alicia Pelirroja nos servía el té.
"Yo odio los linchamientos", el señor Liverpool dijo, con toda razón. "Tengo miedo de que me ocurrirá a mí", sollozó, mientras Alicia Pelirroja nos servía el té.
"Toc-toc", dijo alguien al otro lado de la puerta. "¡Tienen una hora de retraso!", pero fue porque Alicia Pelirroja nos servía el té.
"No, hay mucho tiempo todavía", respondimos. "Y mucho polvo blanco, también", y aplaudimos orgullosos, ignorando que Alicia Pelirroja nos servía el té.
"¡Oh, santo cielo, se nos acabó el azúcar!", se oyó a una sola voz. "¡Y se nos acabó el té!". Alicia Pelirroja fue despedida, y enviada a una maquila.
---
© 2008, Ligia María Orellana
"Combustiones espontáneas" (Talleres Gráficos UCA, San Salvador, 2004)
Puedes saber más de la autora [[AQUÍ]]
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"Juguemos ahorcado", yo sugerí. "¡Juguemos!", la gente alrededor de la mesa aceptó, mientras Alicia Pelirroja nos servía el té.
"Yo no voy a jugar ", la Persona Famosa dijo. "Prefiero permanecer en la sombra", y Alicia Pelirroja nos servía el té.
"Yo odio los linchamientos", el señor Liverpool dijo, con toda razón. "Tengo miedo de que me ocurrirá a mí", sollozó, mientras Alicia Pelirroja nos servía el té.
"Toc-toc", dijo alguien al otro lado de la puerta. "¡Tienen una hora de retraso!", pero fue porque Alicia Pelirroja nos servía el té.
"No, hay mucho tiempo todavía", respondimos. "Y mucho polvo blanco, también", y aplaudimos orgullosos, ignorando que Alicia Pelirroja nos servía el té.
"¡Oh, santo cielo, se nos acabó el azúcar!", se oyó a una sola voz. "¡Y se nos acabó el té!". Alicia Pelirroja fue despedida, y enviada a una maquila.
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© 2008, Ligia María Orellana
"Combustiones espontáneas" (Talleres Gráficos UCA, San Salvador, 2004)
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MITAD - Yolany Martínez
La mitad de mi vida cae
al ver tu cuerpo vacío.
Tu rostro ha perdido la luz, la sabiduría.
Yaces
tirado, besando la mitad de mi alma,
yaces
sin palabras, como
culpable de un delito, como quien se resigna a la muerte,
y yaces
de algún modo entre la caligrafía de mi piel,
entre
la idolatría de mis manos.
Y me vuelvo casi inhumana
y me vuelvo casi intangible
cuando me resisto al exorcismo del adiós.
---
© 2008, Yolany Martínez
Puedes saber más de la autora [[AQUÍ]]
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al ver tu cuerpo vacío.
Tu rostro ha perdido la luz, la sabiduría.
Yaces
tirado, besando la mitad de mi alma,
yaces
sin palabras, como
culpable de un delito, como quien se resigna a la muerte,
y yaces
de algún modo entre la caligrafía de mi piel,
entre
la idolatría de mis manos.
Y me vuelvo casi inhumana
y me vuelvo casi intangible
cuando me resisto al exorcismo del adiós.
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© 2008, Yolany Martínez
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LACRIMA CHRISTI - Francisco Restom Bitar
Era como un pájaro de alas rotas adherido a las paredes de un acantilado en la inmensidad de una noche oscura. Apenas se atrevió a dirigir unas palabras de arrepentimiento a quien se hallaba a su lado.
Ahora reza. Ora con devoción y con la esperanza de que, con sus súplicas, el Dios sobrenatural pueda salvar su alma errante que el destino arrastra. Pero la cruda realidad le susurra al oído que no tendrá manera de salvarse del inminente y trágico final.
Como ráfagas de tempestad llegan a su mente las escenas que había vivido. Sigue impresionado por la violencia absurda que estoicamente tuvo que presenciar. Traición, captura, tortura, dolor, angustias, agonía lenta y la inminente muerte de un inocente inquietaron su alma. Y llega el desasosiego, la ira, y ese gran nudo de tristeza en la garganta y lágrimas de dolor que aún quedan en sus ojos.
Ya casi sin fuerzas, desesperado y desesperanzado, aterido por el helaje de esa tarde tan negra como el peor de los sueños, inicia por decimocuarta vez la misma y única oración que recuerda. Se da por vencido y, como un malabarista en apuros, vuelve su rostro pálido hacia el abismo y abre sus brazos para dejarse caer en el vacío inevitable.
Ya tomando el rumbo de la muerte, piensa en su joven esposa y sus pequeñas hijas. Una corriente líquida empieza a correr en su interior. De súbito, fluye con vertiginosa rapidez y su volumen aumentado se transforma en la majestuosa corriente de un caudaloso río, un río más rojo que el más rojo de los ríos, salpicado de lágrimas que emergen rápidamente como impulsadas por brisas huracanadas.
Como atendiendo una orden invisible, el río llega al nivel salvador de las fuerzas de la vida. Lentamente se apaciguan sus aguas como guiadas por una mano divina que con mágico ademán transforma en un apacible lago cristalino de aguas rutilantes de donde emerge la luz celestial que bondadosa lo espera. ¡Oh, Gran Espíritu de los cielos! Ha llegado la anhelada salvación de este y la de millones de pecadores que han estado colgando de los malditos maderos.
Ahora siente la confianza y placidez que da estar en paz con Dios y con el mundo. Desea con fuerza irresistible llegar a este sitial sagrado llevado de la mano divina para nunca jamás olvidar ese inmenso poder de Aquél que derramó su sangre y sus lágrimas para salvarnos de las profundidades del abismo insondable.
Y allí mismo, en ese preciso instante, antes de soltarse en brazos de la muerte, siente la liberación de su agobiado espíritu al escuchar una voz moribunda que emerge de lo más profundo de las entrañas y le responde: "En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso".
---
© 2008, Francisco Restom Bitar
Puedes saber más del autor [[AQUÍ]]
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Ahora reza. Ora con devoción y con la esperanza de que, con sus súplicas, el Dios sobrenatural pueda salvar su alma errante que el destino arrastra. Pero la cruda realidad le susurra al oído que no tendrá manera de salvarse del inminente y trágico final.
Como ráfagas de tempestad llegan a su mente las escenas que había vivido. Sigue impresionado por la violencia absurda que estoicamente tuvo que presenciar. Traición, captura, tortura, dolor, angustias, agonía lenta y la inminente muerte de un inocente inquietaron su alma. Y llega el desasosiego, la ira, y ese gran nudo de tristeza en la garganta y lágrimas de dolor que aún quedan en sus ojos.
Ya casi sin fuerzas, desesperado y desesperanzado, aterido por el helaje de esa tarde tan negra como el peor de los sueños, inicia por decimocuarta vez la misma y única oración que recuerda. Se da por vencido y, como un malabarista en apuros, vuelve su rostro pálido hacia el abismo y abre sus brazos para dejarse caer en el vacío inevitable.
Ya tomando el rumbo de la muerte, piensa en su joven esposa y sus pequeñas hijas. Una corriente líquida empieza a correr en su interior. De súbito, fluye con vertiginosa rapidez y su volumen aumentado se transforma en la majestuosa corriente de un caudaloso río, un río más rojo que el más rojo de los ríos, salpicado de lágrimas que emergen rápidamente como impulsadas por brisas huracanadas.
Como atendiendo una orden invisible, el río llega al nivel salvador de las fuerzas de la vida. Lentamente se apaciguan sus aguas como guiadas por una mano divina que con mágico ademán transforma en un apacible lago cristalino de aguas rutilantes de donde emerge la luz celestial que bondadosa lo espera. ¡Oh, Gran Espíritu de los cielos! Ha llegado la anhelada salvación de este y la de millones de pecadores que han estado colgando de los malditos maderos.
Ahora siente la confianza y placidez que da estar en paz con Dios y con el mundo. Desea con fuerza irresistible llegar a este sitial sagrado llevado de la mano divina para nunca jamás olvidar ese inmenso poder de Aquél que derramó su sangre y sus lágrimas para salvarnos de las profundidades del abismo insondable.
Y allí mismo, en ese preciso instante, antes de soltarse en brazos de la muerte, siente la liberación de su agobiado espíritu al escuchar una voz moribunda que emerge de lo más profundo de las entrañas y le responde: "En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso".
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Y a todas las escritoras y escritores de lengua española les invitamos a participar en este proyecto: envíe un texto breve, en cualquier género literario, con nombre, dirección y una breve ficha biográfica. Si el texto ya fue publicado, envíe también la información bibliográfica. Recuerde que al participar, también lo hará en la versión impresa de miniTEXTOS.org. Escríbanos: libros(a)one-arrow.com.
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