26.10.07

MADONA Y EL TRANS-ANTEPENÚLTIMO DINOSAURIO - Moisés Pascual

Nunca existieron los dinosaurios. Es triste, pues de existir, yo hubiera sido más feliz, con mis juguetes de plástico verde. Disculpe, Mr. Darwin. Yo nunca los vi. Esa historia la inventaron los evolucionistas para matar la idea de Dios, pero como Dios ya estaba muerto y viejo, triste, y solitario, lo único que lograron fue resucitar a un hombre que se parecía a Dios, pero sin alas. Por eso mismo, quizás, Dios es invisible y está en todas partes como el átomo de una rosa hecha polvo en los cuatro vientos. Hipótesis: La ciencia nació de la religión. Eso le escuché a un viejo borracho en la barra de una cantina. El hombre olía a mierda, perfume y alcanfor, y a su lado una puta lo besaba como un colibrí. Su vaso estaba lleno, no de cerveza, sino de espuma, de mar y agujeros negros. Desde el puerto de sus ojos tristes pude comprender toda la ambigüedad del universo, el hermoso caos.

Los supuestos dinosaurios que existen en los museos de las grandes metrópolis están hechos con yeso y plastilina para el regocijo de los profesores de biología y los coleccionistas italianos de figuritas de álbumes. A los niños les encantan. La mentira es una buena forma de educar. En las afueras de los museos venden recuerdos y golosinas para engordar a las lombrices intestinales que sólo se pueden mirar con exactitud bajo los microscopios electrónicos. El mundo está lleno de peligrosos e invisibles seres unicelulares.

Además, si los dinosaurios hubieran existido, los hombres se los hubieran comido a todos, comenzando por la piel, y terminado por la cola, la última tripa, en el desayuno. Es decir, que de existir los dinosaurios, todos hubieran terminado en la barbacoa, para el feliz deleite de una humanidad, caníbal. Yo he visto niños en el siglo XXI comer basura en las afueras del McDonald, cerca de los hospitales. ¡Qué deliciosa la salsa dulce entre sus dedos! ¡Su hambre me dio hambre!

Lo cierto, y esto lo confirman la NASA, y también National Geographic, es que hace millones de millones de años, años luz, años sombras, un meteorito rompió la atmósfera terrestre y cayó sobre la gran cabeza de un hombre inteligente, que lanza en mano se moría de hambre buscando fantásticos animales en extinción. ¡Pobrecillo! Su mujer se quedó viuda pintando retratos rupestres de la violencia doméstica. Y como no había Seguro Social la muy tonta no cobró ni un mísero centavo de cobre. Sus hijos llevaban corbatas de hierba seca, hasta que murieron con los intestinos afuera, y el culito sucio.

El resultado: Un gran chichón en la cabeza, del lado occipital del pensamiento, adentro, en el encéfalo; una gran hambruna, mitos, mucha fantasía, y sueños con monstruos que devoran hombres mirando al cielo buscando en la oscuridad osas y otros animalitos como dragones y mariposas de cristal que se rompen con saliva de burócratas de oficina que ponen números entre celdas perfectas que nunca resuelven los problemas de los pobres en fila a la orilla de las carreteras con cartelones mal escritos y sin tildes.

Desde ese día que descubrimos que los dinosaurios nunca habían existido, nos dedicamos con paciencia y avaricia a coleccionar imágenes de futbolistas terrícolas que con buen salario juegan en planetas extranjeros. ¡Qué gran honor y negocio! ¿Acaso, tú recuerdas el último gol de Pelé? ¿El cabezazo del argelino cabreado del insulto xenófobo del europeo post-colonialista?

Si al menos hubieran descubierto una gran caca para demostrarme la verdad, algo tangible como un códice maya hecho con granos de maíz. ¡Nada! ¡Sólo huesitos de pájaros que ya no vuelan! Por eso mismo yo no creo en los dinosaurios ni en nada. Creo en mí, sólo los lunes y los días de quincena cuando escribo poemas de amor. Odio los domingos.

Sólo una verdad se sabe, descifrado el misterio, años y años después, siglos incluso, que en el fondo del Golfo de México existe un gran cráter tamaño del universo, donde unos tímidos pescaditos huyen de los anzuelos y de las redes de aquellos que coleccionan cosas y juegan alegres con sus hijos los domingos al fútbol bajo el ardiente sol, comiendo tortillas, sobre la arena de todas las inverosímiles y humanas historias que los hombres cuentan después de que viejo murió el tras-antepenúltimo descendiente de todas las lagartijas que come los molestosos insectos de los condominios que tienen ventanas al mar del sur donde la brisa besa el rostro de las mujeres más hermosas de la constelación de Geminis, donde una vez amé a una golondrina y a un delfín ermitaño.

Lo triste es que nadie dice nada de aquel jugador de fútbol que en la oscura esquina de su habitación roja en una isla del Caribe recuerda que loco cuando niño le metió un gol al Hombre araña en el inolvidable Mundial del 2009, con la pata izquierda, oh, qué bella chilena, ché…

Y puede que todo sea cierto, no sé, el amor y la guerra, pero la última vez que fui a mi vieja escuela, a buscar mi certificado de joven sabio, mis últimas notas, mi profesora de español me habló de las palabras sobresdrújulas y de su poder, y yo pensé, casi en silencio:

—¡Dios del Verbo, existen las brujas, las burbujas, y también las brújulas!

La verdad, verdad, y todas las mentiras, es que, no sé, todo es dólar y petróleo, cuando en la televisión veo correr dinosaurios contra dinosaurios y hombres, detrás de cercas eléctricas, en lejanas solitarias islas, como ciudades, de trapo, me pongo triste y me pongo a llorar como creo que sólo se le ocurre llorar a la lluvia cuando todo ha muerto y la vida es un helecho en el húmedo y tropical set, y todavía el invierno no comienza a cantar con todas las ganas que su corazón y sus pulmones rotos por el smog, declaman, como si la vida fuera una desafinada guitarra eléctrica en un festival de rocanrrol que de golpe la policía rompe con cachiporras y sangre, hasta el último grito final de una libertad que quiere existir como una niña de hermosos y grandes ojos como sol.


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© 2007, Moisés Pascual
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3 comentarios:

j4ur14 dijo...

No tengo palabras para expresar lo que este relato me provoca. Me recuerda algo, alguien, un tiempo un poco anterior, y no sé con exactitud de que se trata.

Gracias, una vez más por un buen momento frente al computador.

helenahimm dijo...

Solo me queda decir que lo que arriba comentó el lector también lo sentí yo.

Gracias.

Edilberto González Trejos - Autor dijo...

Es preciso apreciar lo distinto y original.
Moisés, te felicito.

SONGO