30.11.07

Minipresentación, edición #31

Como el entomólogo a la caza de mariposas de vistosos matices, mi
atención perseguía, en el vergel de la sustancia gris, células de formas
delicadas y elegantes, las misteriosas mariposas del alma cuyo batir
de alas, quién sabe si esclarecerá, algún día, el secreto de la vida mental.

—Santiago Ramón y Cajal, políglota, filósofo, literato,
dibujante, acuarelista, fotógrafo, médico.

Del cerebro surge el pasado y el futuro de las personas, real o inventado, es la fuente de eso que conocemos como mente, es el órgano a cargo de secretar percepción, imaginación, comprensión, memoria, conciencia, en fin, el origen de toda narrativa, el origen de todo lo humano.

Fue hace poco más de cien años que Santiago Ramón y Cajal fundó la neurología moderna, descubriendo que la base del funcionamiento del cerebro es esa pequeña célula llamada neurona y que esas funciones de la mente que relacionamos con la inteligencia no son más que el trabajo discreto pero acumulado y paralelo de las 100 mil millones de ellas que llevamos cada uno. 100 millardos de neuronas que se comunican y estimulan mutuamente a través de miles, decenas de miles, de ramificaciones.

Así, a medida que escribo este texto, millones de neuronas en diversas partes de mi cerebro se activan en una fiesta multitudinaria de estímulos, una efervescencia, paroxismo de excitación, pensamientos e imágenes, que se forman y agolpan, forman mi lenguaje, lo hacen narrativa y dirigen mis dedos en el teclado para que escriban y con las palabras que ahora lees se estimule, a la distancia y en el tiempo, correspondientes conjuntos de células en tu cerebro.

Y es fascinante cómo, de la actividad colectiva de las neuronas, ha surgido todo cuanto ha hecho el ser humano, cuanto hace en este instante y cuanto será capaz de hacer. De esas muy pequeñas y relativamente sencillas células surge mente y sociedad, individuo y toda la especie humana.

Con esas ideas les presento hoy miniTEXTOS.org. En esta edición #31, con cuentos y poemas muy breves de Javier Medina Bernal, Ronald Bonilla, Lissete Lanuza Sáenz, Radamés Esteban Buffa Ferrari y, por primera vez en esta página, Giovanna Benedetti, seleccionados especialmente para ti.

JLRP, editor.

SONÁNMBULO - Javier Medina Bernal

Para Ricauter Vidal

Fui sonámbulo toda mi vida; finalmente un día, después de tanto temerlo, desperté (mi otro yo) sentado frente a lo que había sido mi cuerpo: pies balanceándose a pocos centímetros del suelo, la cara a punto de estallar, los ojos brotando de ella, la soga tensa, eficiente. A tempranas horas de la mañana el chico de al lado lo encontró; el hallazgo le habrá dado una noción vertical de la muerte. Minutos después, oficiales con uniformes azules (azules como el frío) se llevaron los restos sin notar mi presencia. Yo me levanté y caminé por la ciudad. Para cuando se hizo de noche había llegado a la bahía, llamado por la sal, mi sal. Ahora baño las rocas con mi espuma, nunca duermo.


---
© 2007, Javier Medina Bernal
Tomado de "En la ciudad de la bahía: mariposas y rupturas" (inédito)
Puedes saber más del autor [[AQUÍ]]
www.miniTEXTOS.org

CERCANÍA - Ronald Bonilla

Este cuerpo ya no puede cargar tantas estrellas,
tanto súbito milagro que la arena depara.
Por eso si me tocas,
casi estoy en tus manos desde adentro.


---
© 2007, Ronald Bonilla
Tomado del libro "Un día contra el asedio"
Puedes conocer más del autor [[AQUÍ]]
www.miniTEXTOS.org

EL OBSERVADOR - Lissete Lanuza Sáenz

Caminaba despacio, sigilosamente, tratando de minimizar el ruido sordo de los zapatos contra el gastado piso de madera. No podía darse el lujo de que lo oyeran. Era de noche, y su chaqueta negra, vano intento de camuflaje, contrastaba con el emancipado edificio. El chirrido de los escalones parecía gritar "aquí estoy", pero aun así, nunca había sido descubierto. Le agregaba cierto atractivo al asunto la posibilidad de ser atrapado. Quizás por eso no se quitaba los zapatos y se asomaba periódicamente por una de las numerosas rendijas en la madera para observar cómo la brillante luz de luna bañaba el parque (donde las palomas transitaban libremente por la calle desierta, en perfecto orden y sin necesidad de semáforo). Mientras avanzaba, sus manos se aferraban al pequeño objeto negro en su bolsillo derecho, sólo para soltarlo de nuevo, acción repetitiva que se antojaba calmante de alguna manera. Ya pronto llegaría a su lugar. Desde aquí no podía observar nada con claridad. "Dios quiera que este edificio no vaya a caerse conmigo adentro uno de estos días", pensó mientras se asomaba por una abertura esta vez lo suficientemente grande como para asomarse entero. La luna se reflejaba completa sobre el edificio contiguo, dejando entrever dos figuras conocidas que se unían formando líneas borrosas, y luego se separaban, sólo para unirse de nuevo en geometría infinita que empañaba las ventanas y se repetía una y otra vez. Una mueca le deformo la cara, dando paso a una sonrisa. Sus pies se detuvieron, estiró la mano para acercar la silla que tenía muchos meses de ocultarse en el mismo rincón, rebuscó en su bolsillo, sacó unos pequeños binoculares, y se dedicó una vez más a su pasatiempo favorito: observarlos.


---
© 2007, Lissete Lanuza Sáenz
Puedes saber más de la autora [[AQUÍ]]
www.miniTEXTOS.org

LA COPA TREPA - Radamés Esteban Buffa Ferrari

la copa trepa
el borde mudo
y pesa el sueño


---
© 2007, Radamés Esteban Buffa Ferrari
Puedes saber más del autor [[AQUÍ]]
www.miniTEXTOS.org

EL FUEGO SOBRE LA LLUVIA - Giovanna Benedetti

Todavía falta una hora.

Sé que lo que temo debe vérseme en los ojos pero el gato me mira sin sospechar siquiera; llega, se me enreda entre las piernas, las roza, se encorva y sigue rumbo al cuarto de mis hijas, haciendo tiempo con ellas que también esperan, como todas las tardes: el carro en el garaje, la llave en la cerradura, como si hoy no fuera un día diferente y "Papá, qué me trajiste", papá dándoles un beso, pudiera repetirse una vez más como ellas piensan, seguras, en la tranquilidad de sus juegos; como piensa Faustina que ni me mira ahora que vio el reloj y apresura el paso del comedor a la coci¬na, de la nevera a la estufa, con su ritual de siempre, el ritual que nunca hemos expresado, el que yo jamás me aceptaría a mí misma pero que Faustina, en la repetición eficiente de su oficio da por descontado: en esta casa manda su marido, señora, no tengo que decirle y usted haría bien en manifestarle en voz alta.

Y yo la dejo hacer. No tengo valor para decirle que él no volverá, que no siga en sus preparativos, que guarde los cubiertos, que no enfríe la cerveza ni limpie el cenicero porque todavía falta una hora y me digo que el orden debe continuar, en este minuto, en este segundo; una hora puede ser un tiempo inagotable cuando se tiene miedo; como aquel condenado a muerte que ve un mundo en cada paso hasta la horca porque sabe que el final está detrás, esperando, a plazo fijo: sesenta minutos, tres mil seiscientos segundos, tengo derecho a estirarlos mientras dure la esperanza; mientras tanto, siempre como el condenado a muerte, puedo pensar que la sentencia no se ejecutará, que en el último momento las niñas oirán el carro en el garaje y correrán a recibirlo a la puerta, informándole, excitadas, la noticia del día: "papá, tú vieras, mamá nos regañó pero nosotras no fuimos; fue el gato, él solito abrió la nevera, sacó seis huevos, los agarró con la boca y los tiró por el balcón abajo; nosotras lo vimos clarito, papá, pero mamá y Faustina no nos creen..."

Todo puede ocurrir exactamente a tiempo; sin embargo, debe haber algo más; una vuelta de tuerca en cualquier parte que espera decidir en último momento, un cambio de opinión, un accidente.

En media hora (el tiempo vuela) una de mis hijas puede rodar por las escaleras; en media hora el gato puede morir destripado por la llanta de un camión; en media hora puedo yo empezar a acostumbrarme y planear una cita con algún imbécil —el socio de mi marido, por ejemplo, que suda cuando me mira— o puedo, en media hora, seguir esperando, simplemente, que se despeje la incógnita para saber por fin que ya no queda nada, que los días no van a repetirse y que hay que empezar de nuevo; ver el reloj sin nervios, enseñarle a Faustina otro ritual, guardar los ceniceros, no comprar más cervezas, sufrir las miradas del gato y de mis hijas cada día cuando llegue la hora en punto y él no vuelva. Pero aún queda tiempo. Diez minutos para dar la espalda al mundo.

Podría ahorrarme el futuro y dejar de esperarlo si decido en estos diez minutos encerrarme en el baño y abrirme las venas; puede ser... él y yo podríamos encontrarnos después en otra vida; yo volvería a nacer con la mirada que él busca y con el pelo, los ojos y el cuerpo perdidos en quince años; otra vez, un libro nuevo; ahora sin niñas, sin gato, sin Faustina; pero él no; él no va a nacer de nuevo ni va encontrarse conmigo en otro sitio porque ya está, posiblemente, donde quiere; por eso puede irse de la casa, darme la espalda, dormir con otras mujeres y seguir manejando su auto por las calles al salir de la oficina, como en este momento, seguro de que para él lo que cuenta es lo que empieza, el resto ya no importa, total, sólo quedan cinco minutos, el tiempo justo para que acelere de pronto, dé la vuelta en una esquina con un chirriar de llantas, tres minutos, pase un par de luces rojas temerariamente, dos minutos, atraviese la última bocacalle en este último minuto en que Faustina alista a las niñas y el gato se estira, se me queda mirando y maulla como diciéndome: "anda tonta, llegó tu marido; y por Dios es cierto: Faustina, rápido... niñas: recojan esas cosas del suelo y ábranle la puerta a papá."


---
© 2007, Giovanna Benedetti
Tomado del libro "La lluvia sobre el fuego" (INAC, Panamá, 1982)
Puedes saber más de la autora [[AQUÍ]]
www.miniTEXTOS.org

GRACIAS POR SEGUIR VISITÁNDONOS

Gracias, y no deje de visitarnos. Cada viernes. Cinco autores. Cinco minitextos.

Y a todas las escritoras y escritores de lengua española les invitamos a participar en este proyecto: envíe un texto breve, en cualquier género literario, con nombre, dirección y una breve ficha biográfica. Si el texto ya fue publicado, envíe también la información bibliográfica. Escríbanos a: libros(arroba)one-arrow.com.