Te veo, no te veo. Te veo, no te veo. Te veo, no te veo... Me decía Marito mientras se tapaba y destapaba con las cortinas azules de mi alcoba. Te veo, no te veo. Te veo, no te veo. Te veo, no te veo... Él con su canturreo y yo embebida en mi cama con una obra de Lorca. Te veo, no te veo. Te veo, no te veo. Te veo, no te veo... Shhhhhhhhh. ¡Calla, Marito! ¡Déjame leer! Y así lo hizo. Al poco rato, me percaté de que ya no estaba. En su lugar, encontré un diminuto gorro azul. Desde ese día no he vuelto a saber nada de mi pequeño hijo. ¡Lo extraño tanto! Pero, ¡tanto! Y aunque todavía no pierdo las esperanzas, me conformo con verlo todas las noche mientras lo sueño (y no sé por qué) comiendo caramelos con un duende.
---
© 2007, Annabel Miguelena.
Puedes saber más sobre la autora [[AQUÍ]].
Mostrando entradas con la etiqueta desaparición. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta desaparición. Mostrar todas las entradas
Suscribirse a:
Entradas (Atom)