El papá pagaba cuarenta dólares a una negra en Río Abajo para que una vez al mes planchara el cabello de su hija mayor. Hecho el milagro, Dalia regresaba a casa con la cabeza enrollada y de un humor de la gran puta. También le pusieron aparatos en los dientes y eso fue el acabose porque, cuando en una semana coincidían alisado, ajuste de frenos y período, la casa temblaba. La hija menor logró dominar el arte de hacerse invisible detrás de enseres de línea blanca y electrodomésticos menores. Veinte años más tarde, los padres encienden la televisión y miran extasiados a Dalia dar las noticias, convencidos de su supremacía en orgulloso silencio cómplice, ya borrado de los anales el día en que Ania, olvidada en el patio y cubierta de hojas, caminó hacia la calle y echó a correr para jamás volver al tumulto de hojarasca.
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© 2007, Lili Mendoza
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6 comentarios:
Me encanta el estilo poderoso y contundente de Lili Mendoza. Su pluma va a la yugular y no perdona. Es una de mis escritoras favoritas en el escenario de las letras panameñas, una ráfaga fresca. Un abrazo, Lili.
Roberto Perez-Franco
Ay Roberto...gracias. Mejillitas de colorete (colorá). Nuevamente, gracias.
Lm
No te sonrojes - o sonrójate - porque lo que ha escrito Roberto es verdá.
"cutting edge"
Yo no estoy muy interiorizado con los autores... pero puedo notar el por qué este relato está aquí.
He tomado cariño por la lectura que se publica en este blog, porque es diferente, honesta y expresa de una forma que no estaba acostumbrado a leer.
Mis felicitaciones para Lili, agradecido de un buen relato.
Como siempre nos dejas con ganas de mucho más. Nunca es suficiente.
lili!!! qué filo al narrar la penetrante historia de una niña resiliente que hace su última presentación durante el divertisement de otro acto de la familia.
Me conmovió hasta el tuétano.
Me uno a quienes, como yo, esperamos ansiosos tu obra publicada en papel y tinta.
Keep it up!
Fuerte abrazo,
lil
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