28.3.08

Minipresentación, edición #48

Hola amigas y amigos, les doy la bienvenida a la edición #48 de miniTEXTOS.org. Hoy tengo el honor de presentarles, como todos los viernes, cinco textos breves, dos poemas y tres cuentos, en esta ocasión de autores nacidos en Panamá, México, Nicaragua y Argentina. Ellos son José Córdova, Zyanya Mariana Mejía, Marcelo Galliano, Carlos Calero y Raúl Cuestas, que nos regalan su trabajo. Todos han contribuido anteriormente a esta página, excepto José Córdova que hace poco nos envió una colección de cuentos breves (y varios libros suyos de poesía, lectura que agradezco infinitamente) de entre los cuales he seleccionado el de hoy.

Y es que esta página, para los que nos visitan por primera vez, publica cuento, poesía, ensayo y teatro muy breve, pero enviado directamente por el autor, exceptuando algunos casos en los que he solicitado la autorización para publicar los textos. Así que todo poema, todo cuento, todo ensayo y pieza de teatro ha sido dedicada especialmente al lector de esta página.

A todos los escritores que nos leen, ya sea que hayan publicado anteriormente o no, les agradezco que envíen su material para ir programándolo en las nuevas ediciones de miniTEXTOS.org. Les recuerdo también que próximamente publicaremos una antología, seleccionada de entre todas las ediciones hasta la #52, la edición con la que cumplimos el primer año de esta revista electrónica. Si alguno de los autores no desea participar en dicho libro, le ruego que me lo haga saber.

Y, finalmente, los más importantes, los lectores, les agradezco que nos sigan visitando y que sigan regando la voz de la existencia de esta página dedicada a la literatura breve más contemporánea, la que se hace hoy en América Latina y España. A ustedes va dedicado miniTEXTOS.org.

JLRP, editor
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EN LA ESPERA - José Córdova

—¿Señor, ya pasó el autobús de la Tumba Muerto, el que para en la esquina de la cervecería?

—Que pregunta es esa, si estamos en Chepo y usted debería tomar ese diablo rojo en la capital.

—Mire, lo conduce el chino Chay, de eso estoy segura.

Le respondí asombrado que yo soy el chino Chay y no manejo ni bicicleta.

—Usted no me entiende. Crucemos, a lo mejor nos equivocamos de acera. Me urge ese bus, es difícil explicarlo, yo viajo allí.

La tomo del talle con mucha comprensión y cruzamos quedando en la acera de enfrente, nos sentamos a la sombra de un platanal. Todo es posible en el mejor de los mundos posibles. Permanecemos abrazados mientas nos esperamos.


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© 2008, José Córdova
Tomado de "2 veces breve dos" (Santiago, Chile, 2008)
Puedes saber más del autor [[AQUÍ]]
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MI MADRE ULTRAMAR - Zyanya Mariana Mejía

Mi madre se iba
Se iba durmiendo mucho;
parió durmiendo
Se iba al cruzar la puerta,
mientras la voz de niña, la otra, lloraba a través de la ventana
Mi madre se iba
Se iba hiriendo su cabeza,
golpeando,
quebrando los blancos muros que la aprisionaban
Se iba en besos carmesí,
interiores marchitos,
que más allá de la casa, reivindicaban hembras besando labios mujeriles.
Se iba cuando maldecía,
la niña, la otra
Cuando vaciaba los frascos de pastillas:
uno, dos, tres, pastillitas blancas y en hileras
uno dos tres, mi madre se iba.
Se iba cuando se encerraba en el silencio donde hermana y hermano,
los niños, los otros, no podían entrar
Se iba,
hasta que la niña,
la otra,
se fue…

Regresé cuando fui madre sólo para entender que huía,
se iba lejos del zumbido
___de judía conversa esposada con meztizo
castiza, la otra, la niña
del zumbido enloquecedor,
de la culpa que persigue por haber nacido ultramar.


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© 2008, Zyanya Mariana Mejía
Tomado del poemario "Linajes y anarquías"
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TREINTA MINUTOS SIN TIEMPO - Marcelo Galliano

Por eso ni me inmuté cuando vi entrar a Edgardo. Los sueños son así, a veces parecen la copia textual de algo sucedido, y yo siempre me adormezco en el subte.

Es cierto que verlo me llenó de nostalgia; qué se yo, su rostro, su ansiedad, sus proyectos, su viaje a Londres, su muerte allí tan lejos de nosotros y de todo.

Supe que al igual que hace dos años, cuando de regreso a casa lo encontré y me habló de su alejamiento a Europa, su figura aparecería por las puertas descorridas del vagón, se acercaría a palmearme con su mano izquierda, a sentarse a mi lado, a narrarme todo en la oreja con su voz atropellada y los adjetivos ampulosos de los cuales siempre disfrutó excediéndose.

Todo sería igual, claro, él me contaría de Inglaterra, de los dos días que faltaban para su partida, cedería el asiento a una viejita de blusa verde, me continuaría hablando de pie, tomándose del pasamanos y equilibrándose en los talones. Yo seguiría con mis oídos sus gritos susurrados tras el ronroneo de la máquina, previendo sus palabras, sus comas, sus exaltaciones y sus miedos, sabiéndolo todo anticipadamente y de memoria. Un chico entraría lloriqueando de la mano de su madre, se sentarían frente a mí, y Edgardo me sacudiría requiriéndome atención, a la vez que un vendedor de golosinas de camisa blanca y jeans gastados se aproximaría un segundo después para pedir paso.

En la estación venidera lo recordaba sin ninguna duda muchos se bajarían, Edgardo recuperaría su asiento mientras la viejita trastabillaría poniéndose de pie y agradeciendo la mano estirada de un joven de corbata. Yo le preguntaría por su vuelta esa que nunca sucedió él me contestaría "quizá pronto", yo le acotaría que lo extrañaríamos, él me respondería que iba a escribirnos.

La estación Carlos Gardel se divisaría en segundos, Edgardo, celular en mano, juntaría su cabeza a la mía e intentaría una foto de recuerdo esa tal mal tomada que yo igual amplié y coloqué en mi mesa de luz.

El abrazo sería fuerte, incómodo por la despedida, y él desaparecería como en aquél, su último día en Buenos Aires.

Me despertaría algo confundido, es cierto, no es lindo dormirse en movimiento, es extraño soñar con el pasado, revivirlo con la literalidad del presente. Volvería a mi cotidianeidad de incertidumbre, de futuro ignorado, de desconocimiento ante cada hecho por suceder.

Caminaría triste por las calles húmedas, con ese olor a jazmines de los balcones nocturnos recién acallados, llegaría a casa, me tiraría en el sillón, pensaría en mi amigo muerto, y Mariana vendría, con su pelo italiano, su Campari con hielo, su cuchicheo dulce, que la nena duerme... Cada día está más grande... No sabés lo que hoy me dijo, y a vos cómo te fue, mañana vamos de mami porque es el cumpleaños, ah qué cabeza casi me olvido... Hace un ratito llamó Edgardo... Dice que te va a mandar por mail la foto que se sacaron en el subte... Va a ser un lindo recuerdo ahora que él se va para Londres.


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© 2008, Marcelo Galliano
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COMO AYER CON NOSOTROS EL HOTEL CALIFORNIA - Carlos Calero

I

Como ayer es la hora de venir y recorrer las carreteras con la misma pasión de lo que vivimos ahora;

II

vale la pena sacarse la nostalgia y besar la pasión, respirar paredes con el calor de los infiernos;

III

hora de sentir los resquicios que sollaman, esa brasa del loco amanecer con serpentina violenta bajo la luna y quizá los mismos labios entre una cabellera contra los reverberos en la memoria.

IV

Como ayer "ven a liberar deseos de amar", ven a la hora del disfrutar, y volverlos contra la ciudad sin que haya sitios secretos y la mirada culpable con el tiempo para los que se aman.

V

Que la lengua camine como símbolo en forma de animal, recorra la desnudez de una mañana y comparta la asfixia, sin el pasado y los pensamientos de la magia y la ficción.

VI

Como ayer, ahora nos distancian los años; como ayer que vuelva a nosotros el Hotel California.


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© 2008, Carlos Calero
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LLAMADO AL MEDIODÍA - Raúl Cuestas

Mira hacia el cielo vacío. Deben ser las diez, calcula, por la altura del sol. Un gallote solitario rompe la soledad del firmamento. A su alrededor todo es plano, árido, sin colinas, ni siquiera una roca, mucho menos un árbol. A ambos lados los rieles convergen hacia el horizonte. Él quiere averiguar qué dirección seguir, pero sus puntos de referencia —los rieles y el sol— no le ayudan. Pronto será la hora más caliente y el desierto será insoportable. Moriré por deshidratación. Si sigue los rieles tarde o temprano llegará a algún lugar habitado, y tal vez entonces...

Mira de nuevo hacia arriba y ve cruces negras en el cielo: ahora son dos gallotes cuyas siluetas cruciformes trazan círculos lentos, amplios, amenazantes.

Horas después el sol cae verticalmente y ha reducido su sombra a un círculo insignificante. Mediodía. En una o dos horas habrá pasado lo peor. Arriba, media docena de gallotes planean en un círculo más pequeño, pero definitivamente centrado sobre él. "He caminado por una hora y aún me siguen", se aterra al pensar en las intenciones de aquellas carroñeras hambrientas. "¡No puede ser!". Pero tiene que ser por él, pues no hay ningún otro ser vivo en aquel interminable tablero de arena. Si no son los gallotes serán los gusanos. Pero, por qué preocuparse, si ya para entonces no sentirá nada.

El círculo de gallotes, esta vez en números mayores, lo acecha aún. ¿Quién los llamó? ¿Cómo saben? ¿Será que el mismo cielo les pasa la voz? Sí. Ellos oyen una voz, una voz que dice cuándo, dónde y qué —y en este caso—, quién. Y ahora él los comprende. Ellos también tienen derecho. Tienen hambre y sed igual que él. A pesar de que son sucios y feos, no son malos. Simplemente hacen lo que otros desdeñan: limpian el lugar y aprovechan los desechos. Sí. Ahora él se identifica con ellos, son inofensivos al contrario de muchos humanos, no le hacen daño a nadie mucho menos a los de su propia especie y no ocupan espacio pues se mantienen en lo alto, cerca de Dios, como deberíamos hacer nosotros.

Él se da cuenta que ellos no son una amenaza sino un llamado, su último llamado. Calladamente rechaza su existencia y se une a las cruces que lo llaman y que ahora, al verlas más de cerca, parecen palomas blancas. Entonces se eleva con ellas en espirales ascendentes, alejándose de las arenas calientes y los rieles que lo hubieran llevado a algún lugar desconocido allá abajo, lejos de Dios.


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© 2008, Raúl Cuestas
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Gracias, y no deje de visitarnos. Cada viernes. Cinco autores. Cinco minitextos.

Y a todas las escritoras y escritores de lengua española les invitamos a participar en este proyecto: envíe un texto breve, en cualquier género literario, con nombre, dirección y una breve ficha biográfica. Si el texto ya fue publicado, envíe también la información bibliográfica. Recuerde que al participar, también lo hará en la versión impresa de miniTEXTOS.org. Escríbanos: libros(a)one-arrow.com.