9.11.07

LA SENTENCIA - Minipresentación, edición #28

Aquella noche, en la hora de la rata, el emperador soñó que había salido de su palacio y que en la oscuridad caminaba por el jardín, bajo los árboles en flor. Algo se arrodilló a sus pies y le pidió amparo. El emperador accedió; el suplicante dijo que era un dragón y que los astros le habían revelado que al día siguiente, antes de la caída de la noche, Wei Cheng, ministro del emperador, le cortaría la cabeza. En el sueño, el emperador juró protegerlo.

Al despertarse, el emperador preguntó por Wei Cheng. Le dijeron que no estaba en el palacio; el emperador lo mandó buscar y lo tuvo atareado el día entero, para que no matara al dragón, y hacia el atardecer le propuso que jugaran al ajedrez. La partida era larga, el ministro estaba cansado y se quedó dormido.

Un estruendo conmovió la tierra. Poco después irrumpieron dos capitanes, que traían una inmensa cabeza de dragón empapada en sangre. La arrojaron a los pies del emperador y gritaron:

—¡Cayó del cielo!

Wei Cheng, que había despertado, la miró con perplejidad y observó:

—Qué raro, yo soñé que mataba a un dragón así.

Con este excepcional relato de Wu Ch'eng-en, poeta y narrador chino nacido en 1504, autor del clásico libro "Hsi-yu chi" ("Viaje a occidente"), les doy la bienvenida a la edición #28 de miniTEXTOS.

En este número, les presento cuentos y poemas de Linda Berrón, Salvador Medina Barahona, Víctor González, Javier Alvarado y Zulay Návalo, autores provenientes de Panamá, Costa Rica y Argentina. De ellos, Zulay Návalo y Salvador Medina Barahona aparecen por primera vez en estas páginas.

Espero que disfruten mucho los trabajos de estos autores contemporáneos.

JLRP, editor.

CAMBIO DE REGLAS - Linda Berrón

Los presentes se miraron estupefactos a los ojos. La propuesta era totalmente inesperada. Se suponía que el juicio final sería presidido por Dios, el juez supremo, santo, fuerte, padre generoso.

Desde niños habíamos escuchado repetir aquella historia de Cristo bajando de los cielos es su trono celestial a juzgar vivos y muertos. Era directamente con El, se responderían sus preguntas, sería El a quien se le rogaría, se le lloraría en caso necesario para ablandar su corazón traspasado.

Siempre es más fácil tratar con los que tienen el poder absoluto porque sienten el placer de ser magnánimos. Además, su grandeza hace más relativa la gravedad de nuestras faltas.

Por eso todos se miraron con desilusión cuando los ángeles y los arcángeles terminaron de explicar las reglas del juego.

Cada persona tendría dos jueces: uno, la persona que más lo había querido en el mundo. Otro: la que más lo había odiado. Del debate entre ambos saldría la sentencia.

En todo el universo de vivos y muertos resucitados, yo fui el más aterrorizado cuando al elegir mis dos jueces, no apareció nadie que me hubiera querido.


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© 2007, Linda Berrón
Puedes saber más de la autora [[AQUÍ]].

VIAJE A LA PENÍNSULA SOÑADA, #12 - Salvador Medina Barahona

Esta quietud de calabozo asusta,
porque nos vemos solos.
Este domingo nuestros pueblos se han quedado vacíos.
Las iguanas obstruyen su verde bajo una costa distante.
De pronto un traganiquel nos despierta
y lo que creíamos hueco se nos llena
con la música que un viento nos trajo
sin pedir permiso.
El atlas resurge
y entendemos que el designio
nos seguirá enfrentando:
No estamos solos.
La soledad es una idea.
La indiferencia es quien nos muerde y nos castiga...
Mi rancho se incendia:
¡Algo enemigo lo transforma!


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© 2007, Salvador Medina Barahona
Tomado de "Viaje a la península soñada" (Panamá, 2001)
Puedes saber más del autor [[AQUÍ]].

INSOMNIUM - Víctor González

Orlando Calderón no duerme hace sesenta y un años: su memoria ha guardado la mortífera imagen de su pollito Cirilo atragantándose con una larga y gorda lombriz.

Hace tres noches logró dormir; en la siguiente también lo hizo y soñó con Cirilo. Anoche se despertó tratando desesperadamente de quitarse algo de la boca, sin conseguirlo.

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© 2007, Víctor González
Puedes saber más del autor [[AQUÍ]].

HAY NOCHES EN QUE NO ESTAMOS SOLOS - Javier Alvarado

Hay noches en que no estamos solos
y nos acompaña la selva inexorable de papel
los últimos minutos sin consultar en la cuerda del reloj
un páramo de niebla
una musa deshojada
los mil presagios del verbo
el gran acertijo y una llamada que desciende de las nubes.
Caminar perdidamente es buscar la existencia del otro,
ese otro que llama a voces, que grita a veces tu nombre
y se reconoce a sí mismo frente a ti.
Es aquel que te habla de sus secretos sexuales,
el que te abre todas las máquinas de gases viables
y te asfixia luego en su propia atmósfera de oro
mientras afuera llueven salmones
en todas las pieles posibles
y oyes gemir muy adentro el gran toro de la oscuridad
llamando a su hembra en la noche que salta
da vuelcos y anuncia profecías.


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© 2007, Javier Alvarado
Tomado de "Poemas para caminar bajo un paraguas" (Panamá, 2003)
Puedes saber más del autor [[AQUÍ]].

GRETA - Zulay Návalo

A pesar de tener un nombre fuerte, no tenia nada de él. Habría querido ser más fuerte, de veras que. Llevar algo de esa sangre nórdica, orgullosa, que se podía desprender de su nombre. Pero no era así. “Greta, Greta”. A veces solía decir su nombre en voz alta esperando que eso le diera fuerzas para seguir. Era solo una ilusión. La verdad es que se sentía muy sola.

Tenía 10 años cuando llegó a casa de su madrina. No podía creer que hubiesen pasado 15 años desde aquel día en que entró de mano de su madre enferma en aquella casa, en aquel salón. Ahora, le parecía familiar, pero antes se le hacía tan amenazante. Aunque la verdad, tenía que reconocer que aquel salón nunca había dejado de ser un lugar amenazante. Su madrina, Ágata, solía dejarla sola en el salón junto a aquel ventanal que estaba junto a la escalera, desde donde se dominaba aquel tenebroso salón y podía sentir como se le helaba la sangre en aquel lugar que siempre permanecía en penumbras. Su madrina solía encender las luces bien entrada la noche, para ahorrar, decía. Greta siempre consideró esta costumbre como algo tenebroso.

Siempre pensó en irse de aquella casa, huir de Ágata, de su madrina. Pero siempre le faltó valor. No se atrevía a desafiar a su madrina, a su familia, a nadie.

No, ella no podía escapar, no tenia agallas para eso. Aunque se llamara Greta, con toda la fuerza de la cultura nórdica. Casi podía escuchar los barcos vikingos cuando decía su nombre. Pero cuando Ágata la llamaba, los vikingos huían, y quedaba ella, Greta, la pobre Greta, solo Greta y se sentía sola y muy desvalida. Greta quería huir, y lo intentó varias veces. Ágata se burlaba de ella. Sabía que nunca iba a ocurrir. Sabía que nunca se iría por sí misma, además ella no lo permitiría; hasta que así lo dispusiera.

Porque Ágata siempre mantuvo el control, siempre tuvo la razón, siempre hizo lo que quiso. Hasta ahora. Porque ahora Greta era libre. No porque ella lo quisiese. No porque lo hubiese pedido. No porque se hubiera ido, sino porque Ágata quería. Porque Ágata lo disponía.

Porque Ágata siempre se salía con la suya. Porque Ágata siempre tenía la razón. Porque Ágata había muerto y la había dejado sola.


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© 2007, Zulay Návalo
Puedes saber más de la autora [[AQUÍ]].

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