Lo había visto en el inmenso colegio donde yo estudiaba, y en más de una ocasión se detuvo a admirar mis monumentales y firmes senos que siempre llevaba libres y en gozoso movimiento. Por eso no me amedrenté cuando, al bajar, mi amiga Iluminada me informó que el ascensor una vez más mostraba sus achaques mensuales.
Al subir, el viejo mecanismo dio un salto como caballo encabritado, todos los libros de álgebra, español y de lenguaje mímico que llevaba se me resbalaron, y en el intento por asirlos toqué accidentalmente las partes íntimas de mi acompañante que al instante respondieron a mis dedos con un saludo efusivo y fuerte. Un huracán interior se desató. El dedo en el piso 13 seguía insistiendo sobre el botón de llamada. El nuevo salto para continuar ni siquiera lo notamos, la máquina indiferente a la tormenta de caricias y gemidos siguió su rumbo. Nuestros veleros de las ganas inclinaban sus velas, cuando a nuestras espaldas alguien nos remecía con fuerza y angustia, así fue que abrimos los ojos y vimos a doña Bárbara Morales, la directora del colegio para sordos donde estudiábamos, con las cuencas desorbitadas empujando a nuestros cuerpos elípticos que cuchicheaban sobre amor.
---
© 2007, Yolanda J. Hackshaw M.
Puedes saber más de la autora [[AQUÍ]].
No hay comentarios:
Publicar un comentario