Por costumbre puse dos platos en la mesa pero esa noche eramos tres, había un invitado.
Nos sentamos. La comida ya estaba servida. Tres personas sentadas y solamente dos platos en la mesa.
Para ir a buscar otro plato debía levantarme, caminar cinco pasos, abrir la puerta del mueble, retirar uno, volver a caminar los cinco pasos y colocarlo en la mesa. Para traer el revólver mi esposa simplemente debía estirarase y sacarlo del cajón que estaba abierto. De mutuo acuerdo nos decidimos por la segunda posibilidad, era más fácil.
Se apoyó el arma en la mesa, se la hizo girar. El cañón señaló a mi esposa.
Corrimos el plato para que no se salpicara de sangre. Se disparó.
Entonces fuimos dos personas sentadas con dos platos en la mesa, ahora el número estaba bien.
La cabeza del cadáver de mi esposa cayó sobre mi pie izquierdo. Sentía su peso oprimiéndome los dedos. Me estaba manchando el zapato izquierdo. Comenzamos a comer.
Pasamos una velada alegre. Conversamos sobre asuntos intrascendentes.
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© 2007, Oscar Daniel Salomón
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