11.5.07

LA VIDA POR UN MINIPOEMA - minipresentación, edición #2

La primera vez que supe con certeza que un texto muy breve puede ser considerado lo mejor de la literatura fue cuando leí, hace años, terminando el colegio, "El hacedor" (*) de Jorge Luis Borges.

Me impactó cada pieza (comenzando con la inolvidable dedicatoria a Leopoldo Lugones) por la concisión, la belleza literaria y el carácter híbrido de algunas de las narraciones. Antes había leído cuentos y poemas muy breves, pero nunca un libro entero dedicado a ese arte. Si la ejecución ejemplar de cada texto no fue suficiente, me marcó definitivamente el cuento "Parábola del palacio".

En poco más de una página Borges nos lleva a recorrer el inimaginablemente inmenso palacio del Emperador Amarillo, acompañados de su fabuloso séquito, para rematarnos con un acto inolvidable: el poeta del emperador declama, en una frase, tal vez una palabra que finalmente le cuesta la vida, un poema en el que queda contenido, atrapado íntegro, el grandioso palacio.

Lo cierto, lo increíble, es que en el poema estaba entero y minucioso el palacio enorme, con cada ilustre porcelana y cada dibujo en cada porcelana y las penumbras y las luces de los crepúsculos y cada instante desdichado o feliz de las gloriosas dinastías de mortales, de dioses y de dragones que habitaron en el desde el interminable pasado. Todos callaron, pero el Emperador exclamó: «¡Me has arrebatado el palacio!» (...)

Desde entonces he dedicado la vida a soñar con esa frase esquiva, esa palabra maravillosa, ese minipoema que, ojalá, pudiera existir fuera de ese mundo onírico donde todo es posible.

(*) El cuento completo, por ahora, se puede leer con el resto del libro [[AQUÍ]].

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Esta semana les presento cuentos y poemas de cinco autores panameños, nacidos todos en la década de 1970. Dos de ellos, Carlos Oriel Wynter Melo (1971) y Roberto Pérez-Franco (1976) se han destacado como narradores; además, ambos se graduaron en la universidad como ingenieros y son los dos autores de esta generación que más libros han publicado. Por otro lado, Eyra Harbar (1972) y Lucy Chau (1971) cultivan destacadamente la poesía, aunque de la última he elegido un cuento para este número. Finalmente, tengo el agrado de presentarles a una escritora inédita, Lili Mendoza, que se especializa precisamente en el cuento hiperbreve, rítmico, poético. Todos tienen interesantes páginas publicadas en la internet.

Si entran [[AQUÍ]] o en el correspondiente enlace en cada texto, podrán leer las biografías de cada uno de estos autores, que a partir de este número estoy colocando en una página aparte. Allí también aparecen los enlaces a las páginas publicadas por cada uno de estos escritores.

En fin, el tiempo corre continuo y pronto será viernes de nuevo, y tendremos la edición #3 de miniTEXTOS que ya se confecciona en el taller digital. Pero ahora, empecemos este viernes con estas cinco piezas breves, y tal vez un café.

JLRP, editor.

MANOLO - Lucy Chau

Pronto llegará Manolo e iremos a comer. Será divertido. Seguramente querrá cambiarse de ropa y lavarse la cara antes de salir. Tal vez deba esperarlo vestida para que no se arrepienta. Me he maquillado para que no se sienta mal por verme el moretón en el ojo, puede pensar que lo hago a propósito para culparlo. Me ha pedido disculpas como la otra vez, pero ahora lo sentí sincero.

Ha llegado Manolo. Está iracundo, quién sabe por qué. Se me ha quedado viendo con rabia, dice que qué hago vestida como una puta, que si no veo lo ridícula que estoy, que parezco un arlequín. Yo le recuerdo que íbamos a salir. Ahí viene su mano.

Se ha marchado Manolo. Se lo llevó la ambulancia esta mañana. Vomitó toda la cama y el piso del cuarto. Me pidió ayuda, pero yo primero tenía que limpiar para que luego no se fuera disgustar con el desastre. Cuando se calmó le di más sopa, pero no pudo. Ya era suficiente raticida.

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Publicado por primera vez en el Diario La Prensa.
© 2007, Lucy Chau.
Puedes saber más de la autora [[AQUÍ]].

HISTORIAS DE ESAS QUE PREFIERO NO CANTAR, #18 - Lili Mendoza

En el mortero trituró la bruja anís, alcanfor, tres rezos, sabiduría y el humo de un tabaco. Puso todo en una botella, pétalos de rosa blanca y miel de caña para cerrar el trabajo. En lo profundo abrió la diosa sus ojos verde alga y al oír su nombre le brotó arena de la boca. Nadó hasta la botella y la devoró insatisfecha. Quiere a la bruja ahogada, pulmón lleno de agua.

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© 2007, Lili Mendoza.
Puedes saber más de la autora [[AQUÍ]].

LOBO - Carlos Oriel Wynter Melo

Cuando llegué a las llanuras del sur, yo era un lobo salvaje. Aullé con perseverancia y gruñí a cuanto ser se me atravesaba en el camino. Pero me trataban con burla: los libros de zoología aseguraban que no había lobos en las llanuras del sur. Sólo me creyeron bajo la forma de fiel y cariñoso perro.

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© 2007, Carlos Oriel Wynter Melo.
Puedes saber más del autor [[AQUÍ]].

GUITARRA - Eyra Harbar

Ayer me entregó
su cuerpo desnudo
y sentada entre mis piernas
fue dejándose amar
desde la boca

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Tomado del libro "Donde habita el escarabajo", UTP, Panamá, 2002.
© 2007, Eyra Harbar.
Puedes saber más de la autora [[AQUÍ]].

VIENTO DEL NORTE - Roberto Pérez-Franco

A Juan Ramón Jiménez

Ahora que te fuiste, amor, el verano ha llegado con su viento del norte y sus atardeceres de fuego. Estoy de pie en nuestro cerro, isla en un agitado mar de hierba. Traje tu cometa, esa que hice con birulí de la finca de mi abuelo. Usé el hilo encerado que le compré a Cuchi aquella tarde cuando salíamos de misa. La forré como lo pediste, con papel blanco y rosa que conseguí donde Neli. Por irte tan pronto, la dejaste virgen, en tierra.

Hoy vine a volarla para ti, aprovechando el sol y la brisa. Zumbando, subió al cielo con su rabo de trapo. Revoloteó sobre los árboles del río, briosa y ronroneante. ¡Si la hubieses visto menearse, resistiéndose a mi rienda! Ahora vuela serena, resignada ante la atadura, entre golondrinas y nubes de espuma. El cachorro contempla su bamboleo y escucha su silbido angustioso. A lo lejos, el palmar se estremece y canta.

Te echo de menos, amor. Hubiese querido que este viento acariciase tus cabellos, y que el atardecer tibio dorase tu piel. Aquí, bajo la cometa, te habría tomado por la cintura, dándote un beso largo que terminaría después de puesto el sol, susurrando cosas tiernas a tu oído. Te diría, posiblemente, algo así: que la muerte no es el final de la vida, y que quien muere por amor, vive para siempre.

Perdona ahora que corte con este machete el hilo que retiene tu cometa. Quiero liberarla de este cautiverio para que vaya a buscarte, como un ángel ansioso que se esfuma en un abismo. Llevada por la brisa sobre cerros y mares, te encontrará —tal vez— algún día. Disculpa también que corte el hilo de sangre que corre por mi cuello, reteniendo a mi alma con su torrente. El amor me guiará y, antes de que salgan las estrellas, estaré a tu lado.

¿Sabes algo, corazón? La sangre del sol sobre las nubes lejanas me hace recordarte.

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Tomado del libro "Cenizas de ángel", UTP, Panamá, 2006.
© 2007, Roberto Pérez-Franco.
Puedes saber más del autor [[AQUÍ]].

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